Nadie puede evitar que un terremoto ocurra, pero sí podemos actuar para reducir la vulnerabilidad de quienes los padecen. En Haití ha sucedido un año después que los huracanes causaran medio millar de víctimas y casi un millón de damnificados. En 2004, la tormenta Jeanne dejó allí 20 veces más víctimas que en los países vecinos. Si los cataclismos de este tipo afectan más a la población con menos recursos, imaginemos la situación del 72% de la población que vive en Haití con menos de dos dólares diarios. La desgracia se abate sobre un país de frágiles y corruptas estructuras en el que han reinado la violencia y la inestabilidad política a lo largo de sus 206 años de historia.
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