Mimose Gérard se sienta en su tienda del campamento Gaston Margron, cerca de la capital de Haití, rodeada por grandes sacos llenos de botellas de plástico. Gana apenas unos peniques por cada una, pero eso es mejor que nada. “Vivo en el campamento desde el 13 de enero de 2010, cuando me instalé en una tienda. Ha sido una existencia dolorosa”, relata a IPS. “Soy solo una persona común en este terreno. No tengo ningún lado al que ir”, añade la mujer.
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